Desobediencia civil. Cuando mencionamos
estas palabras inmediatamente pensamos en todo lo que podemos hacer mal según
las leyes de la convivencia del Estado: cometer un delito, participar en
protestas destructivas, negarse a participar en las actividades del Estado o a
pagar los impuestos que nos corresponden; en su última instancia es no acatar
una norma de la que se está obligado a cumplir.
Nunca
pensaríamos que la desobediencia civil en realidad sirve para algo positivo en
la sociedad, sin embargo esta no es la opinión de Henry David Thoureau; para
este hombre la desobediencia civil tiene un fin en contra de los grandes y
esclavistas gobiernos como lo es Estados Unidos, incluso se podría decir que
para él la desobediencia civil proviene más de los gobernantes que de aquellos
que están tras las rejas.
Thoureau, un
escritor y filósofo revolucionario quien en su ensayo “El deber de la
desobediencia civil” trata este tema desde un ángulo en el que vivimos en una
sociedad sin sentido, lleno de injusticia y poca conciencia por parte de todos
los ciudadanos. Por estas razones para él no existe ningún gobierno que sea
“perfecto” y que funcione en base a los intereses y necesidades de la sociedad
en lugar de la injusticia y deseo de poder y por esto ningún gobierno debería
de tener derecho al poder sobre los ciudadanos como lo tiene actualmente.
“Nunca, como hoy, nos hizo menos falta de estado, así
como nunca nos ha tiranizado tanto.” (Thoureau, 1948)
Es la frase
que utiliza Thoureau para referirse a que estamos completamente controlados por
un Estado al que no necesitamos pues somos personas que no deberían regirse por
un gobierno que no existe para protegernos sino todo lo contrario; las personas
deberían regirse por el hecho de ser personas, por su propia conciencia, pues
este sería un mejor método de controlar a la sociedad, es decir, si el futuro
de una sociedad, de un país, reside únicamente en los habitantes sin ningún otro
representante, su conciencia sobre sus actos y los de los demás será más grande
a que si se piensa que esta responsabilidad recae únicamente en los gobiernos. Sin
embargo esto no sucede ya que el hombre carece de seguridad y confianza en sí
mismo y en su propia raza; es por esto que el Estado funciona, porque existe gracias
a esta inseguridad que genera miedo en cada uno de sus miembros, lo que los lleva
a acatar cada una de sus órdenes. Si todos nos rigiéramos por esta conciencia
humana muchos problemas se pudieron haber resuelto simplemente con pensar “esto
está mal” en lugar de haberlo hecho con insultos, amenazas, disparos y golpes.
Nuestro
estrés, trastornos, desesperación y falta de responsabilidad está marcada por estos
acontecimientos anteriores; nunca la humanidad había estado tan devastada como
lo está ahora y es porque creemos tener una responsabilidad demasiado grande
para nosotros: cambiar al mundo. Desde pequeños nos implantan esta idea, esta
ilusión de que podemos cambiar a toda la humanidad y vivimos creyendo que podemos
hacerlo.
“En cambio de trabajar por la paz, tendríamos que empujar a los
hombres a relajarse, a dejar de trabajar;
a tomárselo con calma, a soñar y a ociar, a perder el tiempo.” (Thoureau, 1948) Pero no, nos enseñan
a vivir en el estrés, en la desesperación, pensando que algún día nuestro
trabajo hará algo impactante que cambiará todo, pero no es así.
Existen
millones de personas que piensan de esta forma, que se oponen a todo y sin
embargo no hacen nada. Claro, piensan, dudan, se enfurecen, se entristecen
y
lamentan pero al final eso es lo único que hacen porque no los enseñaron a hacer
otra cosa, porque tienen miedo del gobierno y piensan que es mejor quedarse con
este mal que abrir la boca y generar uno peor, sin saber que las acciones son
las que cambian las cosas, una revolución no empieza con pensamientos, empieza
con acciones; acciones que van a hacer los que realmente están a cargo de la
nación: los individuos, no el gobierno.
“No importa cuán pequeño pueda parecer el comienzo: lo que se hace
bien, bien hecho queda para siempre. Pero nos gusta más hablar de ello: esa,
decimos, es nuestra misión.” (Thoureau, 1948) No importa si
comenzamos con 100 personas, al menos ya empezamos, porque en ese momento la
minoría deja de ser una minoría y comienza a ser una revolución pacífica. Renunciar
a todo lo que no estamos de acuerdo en lugar de seguirlo insatisfechamente,
porque solo así se puede ver un cambio.
Pero esto nos
ha llevado a abandonar nuestro lado humano, a quedarnos en las grandes ciudades,
miserables, frustrados, buscando encontrar una salida de la misma trampa que
nosotros nos impusimos llamada gobierno, el cual limita a los espíritus libres
y creativos; no es una coincidencia que el día de hoy se estudien más carreras
financieras que artísticas.
La única
forma de ser realmente libres es haciendo que la máquina del gobierno se
detenga, y eso se hace dejando de servir al mismo mal que nos condena; no es
que el hombre pida una abolición del gobierno porque simplemente no es capaz de
dejarlo, lo que pide es un mejor gobierno. Aprender a ser primero hombres y
súbditos luego. Aprender a generar una conciencia, imaginación, creatividad,
sentido de vivir y después servir a nuestro gobierno, pues de otra forma
simplemente somos utilería para el Estado, dejamos de ser hombres pensantes y
conscientes que se oponen a un cambio porque eso no es lo que les dictó el
gobierno cuando comenzaron a desarrollarse y a razonar. Sabemos que cuando el
gobierno ya no funciona es momento de actuar, pero no lo hacemos porque según
nosotros “no es necesario”.
No es posible
vivir en el gobierno pero tampoco vivir sin él. Simplemente porque “quien se da
enteramente al prójimo es considerado por éste, inútil y egoísta; el que se da
en parte sólo, es considerado bienhechor y filántropo.” (Thoureau, 1948).
Para
concluir, el hombre está hecho para vivir en sociedad libremente por lo que
debería bastar con su conciencia para gobernar a la nación, pero como este no
es el caso, las personas deberíamos primero aprender a saber quién somos, para
que estamos aquí, tener claros nuestros ideales y después ser parte del
gobierno, de las leyes que dicta como normales y necesarias, para impedir caer
en un ciclo con el que no estamos conformes pero no nos atrevemos a cambiar.
“Si un hombre es libre de pensar, de soñar, de desear, lo que no es
nunca por mucho tiempo lo que le parece ser, no hay reformadores ni gobiernos insensatos
que puedan interrumpirle fatalmente.” (Thoureau, 1948)
Estamos en la
búsqueda de un Estado perfecto sin darnos cuenta que dicho Estado no es el que
está gobernado por los mejores políticos o economistas, sino que el mejor
Estado va a ser el que reconozca al individuo como el poder superior pues solo
así se puede garantizar la igualdad y justicia.
Un gobierno
que no interfiera con el individuo y sus ideas, que no se aproveche de él, pero
que lo motive a cumplir sus deberes como humano y ciudadano. Un Estado así,
prepararía el camino hacia otro más perfecto.
Sin embargo
aún estamos en la búsqueda de esta perfección, la cual no alcanzaremos
simplemente con pensar en ella.
No debemos
intentar ser como Thoreau, ni como Jesucristo, sino lo que en verdad somos en
nuestra sociedad. Este es el mensaje de todo gran individuo, este es el
significado exclusivo de ser individuo. Ser algo menos significa acercarse a
nada.
Referencias
Pérez, E. A. (7 de marzo de 2014). Desobediencia
civil. Obtenido de Pendiente de migración :
http://pendientedemigracion.ucm.es/info/eurotheo/diccionario/D/desobediencia_civil.htm
Thoureau, H. D. (7 de
Marzo de 2014). El deber de la desobediencia civil. Obtenido de
blogspot.com:
http://eticaunprocesodemaduracion.blogspot.mx/2014/02/referencias-para-realizar-ensayos.html#more